Es posible que el juego ya no acarree el estigma que alguna vez tuvo y muchos disfrutan de las apuestas como actividad; sin embargo, para un pequeño subconjunto de quienes juegan puede convertirse en una adicción irresponsable que amenaza con la ruina financiera y las relaciones familiares.
Las teorías del aprendizaje proporcionan alguna explicación de por qué las personas continúan jugando y cómo puede convertirse en un comportamiento problemático, pero no cubren todas las consideraciones conductuales, cognitivas y biológicas involucradas.
¿Por qué apostamos?
La gente juega por diversos motivos, como entretenimiento, para ganar dinero o simplemente como escape de la vida cotidiana. Desafortunadamente, cuando el juego se vuelve compulsivo y el juego compulsivo se convierte en parte de la vida de una persona, puede tener graves repercusiones tanto a nivel personal como para la sociedad o la comunidad en general.
Independientemente de su punto de partida, los jugadores compulsivos suelen citar la emoción y el entusiasmo como el principal atractivo para seguir jugando. Algunos incluso comparan ganar mucho en el juego con drogarse.
La adicción al juego es un asunto grave que puede tener repercusiones desastrosas para la salud, el bienestar y las relaciones. Los problemas con el juego de una persona tienen el potencial de dañar a otras cinco o diez personas, incluidos familiares y amigos, a través de tensiones financieras, laborales o familiares, acumulación de deudas o procedimientos de quiebra; así como trastornos psicológicos/emocionales como ansiedad y depresión.
¿Cómo hacemos una apuesta?
El juego es una actividad en la que las personas hacen apuestas con dinero sobre resultados inciertos para tener la oportunidad de ganar dinero en efectivo o premios. Los juegos de azar se pueden encontrar en todo el mundo y, a menudo, sirven como una diversión entretenida; sin embargo, la adicción al juego puede resultar problemática para determinadas personas; Los estudios psicológicos han demostrado cómo el juego patológico comparte muchos de los mismos procesos neuronales que la dependencia de drogas.
La incertidumbre es uno de los principales atractivos del juego. En respuesta a la incertidumbre, el cerebro libera dopamina, el mismo neurotransmisor que se libera durante otras actividades placenteras como los encuentros sexuales o la comida. Esto proporciona a los jugadores una emoción que los hace volver por más.
La elección personal es otra fuerza impulsora detrás de la adicción al juego, desde seleccionar números de lotería o tirar dados en una mesa de casino, hasta elegir sus números en una lotería o hacer apuestas en eventos deportivos. Los jugadores obtienen control de la experiencia, aumentando la asunción de riesgos y al mismo tiempo alargando y ampliando el tamaño de las apuestas que realizan.
¿Qué pasa si perdemos?
Aunque el juego puede parecer divertido y gratificante, sus efectos secundarios a menudo pueden ser perjudiciales. Los jugadores patológicos pueden sufrir repercusiones imprevistas, incluidas afecciones de salud relacionadas con el estrés (hipertensión, enfermedades cardíacas y úlceras pépticas), falta de sueño y problemas en los procesos de toma de decisiones. Pueden mentir a sus familiares, terapeutas y empleadores sobre su participación en el juego; participar en actos ilegales para financiarlo; poner en peligro relaciones, oportunidades laborales o actividades educativas o profesionales debido al juego; o depender del apoyo de otros cuando el juego crea situaciones financieras desesperadas (Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2000).
El juego puede volverse adictivo para determinadas personas. Si descubre que el juego ha tomado el control de su vida y le cuesta más de lo que puede permitirse perder, está oculto o requiere robo para financiarlo, es hora de buscar tratamiento. La terapia cognitivo-conductual puede ser útil para tratar la adicción al juego: ayuda a cambiar creencias como creer que los rituales traerán suerte o creer que se pueden recuperar las pérdidas apostando más. Consulte a su médico acerca de la terapia cognitivo-conductual como una solución eficaz y discútala con él sobre el tratamiento de la adicción al juego.
¿Qué pasa si ganamos?
El cerebro de los jugadores libera dopamina, un neurotransmisor que nos proporciona un subidón placentero y refuerza actividades placenteras como comer, el contacto sexual y las drogas. El mismo sistema de recompensas que moldea el comportamiento también controla las expectativas de ganar; lo que explica por qué muchos pueden volverse adictos al juego.
Cuando alguien gana, su cerebro responde con un patrón constante de actividad en un área llamada cuerpo estriado cerca del centro de su cerebro. Esta región forma parte de un circuito de recompensa que también responde a reforzadores naturales como la comida y el sexo, así como a estimulantes de drogas como la cocaína.
La actividad cerebral contribuye a la ilusión de control del jugador, la ilusión que tiene de que puede ejercer habilidad sobre un evento estrictamente determinado por el azar. Muchos adictos al juego creen que pueden idear un sistema para ganar mientras los resultados de cada apuesta siguen siendo aleatorios. El juego patológico puede tener repercusiones psicológicas, personales, profesionales y financieras duraderas para personas de todas las edades; Los hombres y mujeres jóvenes parecen particularmente propensos.